Los sueños son tan misteriosos que apenas sorprende que los tratemos con extrema cautela o incluso que les tengamos un, poco de miedo.
Para empezar, no esta en nuestras manos no soñar (todos soñamos, todas las noches) y, en general, no podemos controlar nuestros sueños: en ellos nos encontramos a veces comportándonos como nunca lo haríamos en la vigilia, y ante lo que hacemos en sueños solemos asustarnos o indignarnos. Muchas personas tienen —o creen tener— sueños premonitorios, y para ellas dormir es una vía de acceso a la cuarta dimensión que les ofrece la posibilidad de viajar en el tiempo y ver el futuro. A veces soñamos nuestra propia muerte, o la muerte de seres queridos y, de manera supersticiosa, lo consideramos un presagio. En los sueños pueden aparecer los muertos, aunque suelen hacerlo para tranquilizarnos y bendecirnos.
Después de todo, no sorprende que hombres y mujeres siempre hayan tratado a los sueños con extrema cautela, o que en torno de ellos hayan proliferado supersticiones disparatadas: por ejemplo, que "se basan en los opuestos" (el que sueña con un muerto se enterará de un nacimiento) o que contar un sueño trae mala suerte, o que un sueño de un viernes contado un sábado se hará realidad aunque haya pasado mucho tiempo.
Quizá los seres humano reconocieron instintivamente en época muy temprana que ha confirmado el psicoanálisis moderno: que sea cual sea él modo en que se producen o los sentimientos que tengamos ante ellos, los sueños son una parte importante de nuestra conducta. En cierto sentido, somos nuestros sueños.
Pero, afortunadamente, solo en un sentido. Si soñamos que matamos a alguien, ello no nos convierte en asesinos, ni indica que en el futuro vayamos a matar a alguien. Ni siquiera quiere decir necesariamente que ellos nos gustarían. El significado mas probable es que queremos desembarazarnos de algo representado por la víctima, tal vez algún rasgo de él o de ella que reconocemos en nosotros mismos. Pero incluso esto es una generalización.
Para empezar, no esta en nuestras manos no soñar (todos soñamos, todas las noches) y, en general, no podemos controlar nuestros sueños: en ellos nos encontramos a veces comportándonos como nunca lo haríamos en la vigilia, y ante lo que hacemos en sueños solemos asustarnos o indignarnos. Muchas personas tienen —o creen tener— sueños premonitorios, y para ellas dormir es una vía de acceso a la cuarta dimensión que les ofrece la posibilidad de viajar en el tiempo y ver el futuro. A veces soñamos nuestra propia muerte, o la muerte de seres queridos y, de manera supersticiosa, lo consideramos un presagio. En los sueños pueden aparecer los muertos, aunque suelen hacerlo para tranquilizarnos y bendecirnos.
Después de todo, no sorprende que hombres y mujeres siempre hayan tratado a los sueños con extrema cautela, o que en torno de ellos hayan proliferado supersticiones disparatadas: por ejemplo, que "se basan en los opuestos" (el que sueña con un muerto se enterará de un nacimiento) o que contar un sueño trae mala suerte, o que un sueño de un viernes contado un sábado se hará realidad aunque haya pasado mucho tiempo.
Quizá los seres humano reconocieron instintivamente en época muy temprana que ha confirmado el psicoanálisis moderno: que sea cual sea él modo en que se producen o los sentimientos que tengamos ante ellos, los sueños son una parte importante de nuestra conducta. En cierto sentido, somos nuestros sueños.
Pero, afortunadamente, solo en un sentido. Si soñamos que matamos a alguien, ello no nos convierte en asesinos, ni indica que en el futuro vayamos a matar a alguien. Ni siquiera quiere decir necesariamente que ellos nos gustarían. El significado mas probable es que queremos desembarazarnos de algo representado por la víctima, tal vez algún rasgo de él o de ella que reconocemos en nosotros mismos. Pero incluso esto es una generalización.