Jung distingue entre Grandes
Sueños y Pequeños Sueños.
Los primeros son muy nítidos,
nos dejan impresiones emotivas muy fuertes (vivencias numinosas), suelen estar
acompañados de fenómenos de sincronicidad (coincidencia de los sueños con
hechos objetivos posteriores: premoniciones, anticipaciones) y los recordamos
por largo tiempo, a veces toda la vida. En ellos hemos tocado un arquetipo o
muchos en red. Los segundos, los pequeños sueños, son más cotidianos, nos
hablan de nuestro mundo de todos los días y los vínculos que con él
establecemos.
Todo sueño es importante, pero
los primeros aparecen cuando necesitamos conectarnos con lo que vinimos a hacer
en el mundo, los segundos con lo que tenemos que hacer para el mundo. Como que
tuviéramos que "pagar un peaje" y cumplir con el mundo (formar una
familia, realizar un trabajo, pagar impuestos, hacer algo por el estado o el
país) y luego ocuparnos de nuestra verdadera tarea, aquella por la que hemos
llegado aquí en este momento y circunstancia. Si creemos en la reencarnación,
la tarea por la que decidimos volver.
A esta tarea en el mundo,
nuestro destino, Jung la llama el cumplimiento de todo lo que somos, nuestros
potenciales y talentos, el desarrollo de todas nuestras posibilidades. La
denomina también Sí Mismo o Yo Superior; y al proceso por el cual la vamos desarrollando,
en el transcurso de nuestra vida, lo llama individuación (ser uno e indiviso,
no dividido). Luego viene otra tarea aún más importante: La tarea con el mundo:
todos nuestros talentos, ya realizados, deben "donarse" al mundo. Se
transforman en dones. Mozart no escribía sólo para su gusto personal o el de
unos pocos príncipes que lo escuchaban. Escribió su obra (la donó) en un
pentagrama para que muchos pudieran ejecutarla y reproducirla.
Nuestros sueños pueden
indicarnos en qué etapa estamos, si cumplimos con las tres posibilidades y nos
alertan si descuidamos cualquiera de ellas. En nuestro mundo actual, rara vez
coincide nuestro trabajo con nuestros talentos, hacemos la tarea que se espera
y es necesario que hagamos para ganar algún dinero y sostener nuestra familia,
nuestros hijos y a nosotros mismos, luego, si nos resta tiempo, dedicamos un
espacio para la tarea en el mundo, lo que verdaderamente vinimos a cumplir. El
trabajo se ha enajenado (se ha hecho ajeno a nosotros mismos). Si coincide con
nuestros talentos hemos realizado nuestra vocación, somos afortunados. Si no lo
fuere (es así en muchos casos) podemos compensar el "no hacer lo que se
quiere" con la posibilidad de "querer lo que se hace".
Todos vinimos a expresar
"amor" y es tan importante amar a nuestros hijos, esposa, familia,
amigos, como a todo lo que nos rodea, aun a nuestros enemigos (tarea no fácil)
porque allí encontraremos nuestra Sombra (aquello que no queremos ver de
nosotros mismos). Muchas veces amar nuestra tarea, aunque pueda no gustarnos,
no es fácil, pero alguien debe realizarla. Alguien debe ocuparse de llevar
nuestra basura todas las noches.
Un "a-mar abierto"
es difícil en un mundo que privilegia nuestras posesiones: mi mujer, mis hijos,
mi familia, mi coche, mi dinero, mi casa.
Los grandes sueños,
vocacionales, nos hablan de permitirnos compartir todo lo que tenemos y de realizar
nuestro destino. El destino, posiblemente no quiera, ni puede, hacer todo solo;
espera de nuestra coparticipación. No somos sólo por determinación, sino
también por elección.
Nuestro libre albedrío nos
permite unirnos a una creación infinita de múltiples mundos posibles.
Posiblemente Dios no creó un Cosmos en un solo acto, lo va creando eternamente
y posiblemente nos quiera a todos como colaboradores de esa creación infinita.
Prestemos atención a nuestros sueños: ellos nos ayudan para este cometido: la
posibilidad de estar en, para y con el mundo y permitir que nuestros talentos
se transformen en dones para compartir.